En su visión del mundo, consideraban (como los sumerios, los
mayas y todos los demás pueblos indígenas de América) tres niveles:
Superior: ocupado por los dioses como el sol y los truenos.Medio: habitado por hombres, animales y plantas.
Inferior: hogar de serpientes y monstruos submarinos.
Los algoquinos practicaban el animismo: creían que todas las cosas en la naturaleza como los animales, los vegetales, las montañas, los ríos, tenían espíritus que podían hacer el mal así como el bien. Ellos llamaban a estos espíritus "Manitú".
Los Manitú les enseñaron como construir las casas, cultivar el maíz, y el uso del fuego. Cuando estos espíritus se enojaban, traían tormentas terribles o hacían trucos para que los cazadores fallaran con sus presas.
Las prácticas religiosas eran importantes en su vida cotidiana, invocaban la ayuda de los Espíritus en la caza, la batalla y los problemas de salud.
El chamán tenía la importante tarea de hacerse amigo de los Manitú. Después de los caciques, los chamanes eran los miembros más respetados de la comunidad, y podían ser hombres o mujeres. Dirigían las ceremonias religiosas y también los ritos de pasaje, donde los jóvenes alcanzaban la adultez. Las ceremonias eran celebradas con cantos, tambores y bailes.
Para diagnosticar las enfermedades trabajaban con un sonajero hecho de calabaza e invocaban a su Manitú personal. Usaban plantas medicinales sobre las partes afectadas; la familia del paciente entregaba regalos en pago. Era común la mordedura de serpientes de cascabel, para la cura usaban una planta de tubérculo de hojas estrechas y grandes semillas que crecía en las praderas. Otras plantas eran eficaces para las quemaduras, heridas, dolor de parto y diarrea.
Los 12 años era una edad muy especial para un muchacho algoquino. Justo antes de sus duodécimo cumpleaños, el joven era enviado al bosque, luego de ser preparado por el chamán. Tenía que sentarse por días, sin comida, y enfrentarse a la soledad y al terror, esperando a que sus espíritus ayudantes vinieran a él en un sueño.
El espíritu venía generalmente en forma de animal y lo acompañaría por el resto de su vida. Si regresaba al pueblo sin tener su sueño espiritual, era reenviado para un nuevo intento. Cada algoquino tenía que tener su sueño espiritual para ser un hombre.
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